Cuando era un niño pasaba mucho tiempo en casa de mi abuela Ascensión. Una casa que había sido comprada por mis bisabuelos, y que luego pasaría a ser la vivienda de mis abuelos maternos. El sitio que más me gustaba era el patio, donde había dos viejas cuadras que, además de almacenar herramientas para el ganado y diversos objetos antiguos, habían sido lugar de refugio del rebaño de cabras de mi abuelo y anteriormente de mi bisabuelo.
Desde pequeño me acostumbré a observar con atención todo lo que había en el interior de esas cuadras. Mi abuelo Juan falleció cuando yo sólo tenía cuatro años y aquello hizo que ambos habitáculos quedaran en un estado de abandono. La minuciosa exploración de todo aquel mundo misterioso daba alas a mi imaginación infantil y fue construyendo en mi mente todo un universo alrededor de aquellas dos cuadras y de la rampa que llevaba hasta ellas.
Conforme fui creciendo, aquel universo se fue expandiendo a base de nuevos descubrimientos. Aprendí a subirme a la tapia que daba a las casas vecinas, también pretéritas y abandonadas. Exploré el interior de viejas arcas y armarios. Me adentré, superando mis miedos, en habitaciones oscuras llenas de muebles con telarañas. Aprendí a amar la arquitectura de todas aquellas estancias que aún estaban construidas siguiendo la forma clásica de la casa árabe de la Edad Media. Pasé muchas tardes escuchando las conversaciones que mi abuela tenía con las personas mayores que visitaban la casa (amigos, familiares y vecinos) y me inicié durante jornadas sin fin en el maravilloso mundo de los libros, los tebeos y también las revistas del corazón.
En los años de mi adolescencia todo aquel mundo idílico sufrió un duro revés, para empezar varios de mis familiares más queridos murieron. Mi padre, el único de mis progenitores que trabajaba fuera de casa fue súbitamente despedido de su empleo, en el que llevaba más de veinte años. Y aunque no llegamos a estar nunca en una situación límite, los apuros económicos de aquellos meses hicieron mella más de la cuenta en la atención de mis padres.
Recuerdo que el tiempo que dedicaba a estudiar fue disminuyendo
progresivamente a partir de primero de bachiller. Para el curso en que empecé segundo el desastre fue casi inevitable, mi desánimo fue tal que ya en el último trimestre del curso ni me presenté a los exámenes sabiendo que mis posibilidades de aprobar eran prácticamente nulas, ni siquiera iba a las clases. Obtuve al final de año un «muy deficiente» en todas las asignaturas.
En ese instante comenzó una etapa de mi vida en la que perdí el sabor por vivir, entre en un pozo profundo en el que todo dejó de interesarme. Pasaba horas y horas frente a la pantalla de mi ordenador jugando a los videojuegos. Sin embargo yo sabía que estaba perdiendo el tiempo y quería recuperar la autoestima y ser una persona exitosa. Comencé entonces a leer compulsivamente todos los libros de autoayuda que cayeron en mis manos. Cada uno de los cuales me ayudo a conocerme un poco más y también a tomar conciencia de otras realidades sociales peores que la mía. Comencé poco a poco a salir del abismo en el que había entrado. Leí la biblia y puse mi fe en Jesucristo. Él fue el que me dio la confianza necesaria para volver a los estudios, mi imaginación hizo el resto, cuando descubrí en mí una fuerza motivacional interior a la que llamé ESJEROL. Decidí escribir un libro para ayudar a otros jóvenes que estuviesen en la misma situación por la que yo había pasado. Y lo titulé: Esjerol 3, un juego para tener disciplina. Gracias a este método ingresé en la Universidad y obtuve mi grado en Ciencias Empresariales con buenas calificaciones. Desde entonces desarrollé una vida profesional en mi especialidad a la vez que la he ido compaginando con mi afición por la lectura, la escritura y la cultura en general. También me he casado y he formado una familia numerosa junto a mi mujer.
Es recurrente en mis escritos el tema de la superación personal, y cómo se puede pasar de una situación de fracaso a otra de éxito; no sólo en el plano personal, sino también a nivel familiar, social y financiero. Soy un estudioso apasionado de la historia de mi país, de los preceptos bíblicos y de las profecías del apocalipsis. Disfruto ayudando a los demás.